Hoy, 27 de noviembre
Hoy,
27 de noviembre, este largo silencio en versos...
Siempre estuvieron los que se mojaban hasta cuando llovía en seco,
los que se reían de su sombra hasta en sus días de inevitable solitud,
los que hablaban hasta por debajo de las piedras, más allá de su eco,
los que hasta renacían su presente en alas de un pasado de apasionada juventud.
De aconsejar, sí, se les aconsejó a guardar silencio.
Quizás la cobardía no estaba reñida con lo valiente,
sin embargo, ¿por qué iban a negar el riesgo, si en aquella batalla
eran sus egos los que curaban la resignación del alma
y convertían en hierro forjado la integridad cual honra más codiciada?
En ciertos recodos e íntimos paisajes se movieron,
donde lo frondoso toleraba el reniego del viento,
protegía de la esquiva liebre su férreo asiento,
mas escondía del juego de la zorra, sus cinco talentos.
Tal vez ciertos discursos me satisfagan lo justo, pero no... lo necesario.
Y vuelvo al estudio, a los maestros que, sin conocerme, su saber me delata.
Ellos, hoy relegados en la biblioteca de un converso sin adversarios,
sustituyen el idealismo, el esoterismo que una vez ocuparon mis veladas,
pues desnudan los falsos dogmas del mundo, la magia extravagante del reaccionario.
Mas escogí soñar, ilusionarme sin caer en el timo de la vaguedad,
y sin rendirles pleitesía, aún sabiendo de su lucha por la libertad,
ante mí, me planté: descubrí aquello que a un lado dejé y al otro, guardé.
Entonces entendí mis pesadillas: su cabreo, su rabia daban la cara a la vez.
¿Dónde quedó el amor por la inocencia que siempre defendí y me inspiré?
Pero ahora, consciente del goloso "qué más da" de antaño, es en estos momentos
cuando la independencia me advierte del más noble de sus conceptos.
En la miopía de vidriosas lunas, estos pequeños ojos despiertos ya no sueñan:
su tierra pasea discreta por terrazas desiertas, por bares cerrados bajo una luz serena.